miércoles, 11 de noviembre de 2015

                         tomando un café contigo mismo
Cada vez que intentamos algo nuevo, sea en el campo que fuere, nos exponemos a muchos riesgos, y uno de ellos es el de no lograr nuestros objetivos. No es necesario vivir obsesionados por la creencia de que si no logramos siempre el primer lugar somos indignos de nosotros mismos. Podemos ganar o perder, pero es no necesariamente debe afectar nuestra autoestima, que es nuestro patrimonio más importante. Usted decide lo que hace: o se queda allí estancado, llorando y sufriendo por su mala suerte, o, por lo contrario, hace algo.Los miedos son mecanismos de supervivencia cuando tienen que ver con objetos específicos, tal como el dolor o la fiebre; son la luz roja que se enciende como señal de advertencia, para indicarnos que en algún sector de nuestro cuerpo o de nuestra alma, hay algo que no está funcionando de manera adecuada. Otra cosa muy diferente son los terrores o el pánico, porque no solamente nos paralizan sino que pierde su finalidad de protegernos frente a una amenaza potencial.Lo primero que nos sucede cuando percibimos la herida profunda que nos causa una pérdida abrupta es el desconcierto. Sabemos que hemos sido duramente golpeados, pero aún no podemos aceptarlo en su total dimensión, pues no nos sentimos merecedores de tal agresión a nuestra persona. Podemos sufrir, en esta etapa, repercusiones sobre nuestro cuerpo físico, tales como inapetencia, dolores de cabeza, mareos, dificultados respiratorias, etc. La reacción natural es actuar y tomar decisiones que contrarresten la injusticia de la que hemos sido objeto, siendo habitual que cometamos grandes equivocaciones, porque lo hacemos de acuerdo con lo que sentimos y no de acuerdo con lo que es mejor para nosotros, dadas las circunstancias que estamos atravesando. Lo que seguramente no necesitamos es que nos den ejemplos de cómo tal o cual persona salió de una situación similar, o que nos digan que con buena voluntad todo se arreglará en el futuro.